En una época en la que parece que el mundo se hunde cada día
más, donde prima la economía por encima de todo y todos, donde los sistemas
educativos son desfasados y pobres; descubro, que a finales del s.XIX, y
precisamente en mi país, un grupo de intelectuales y filósofos, intentaron
cambiar a las cosas. Intentaron introducir una corriente filosófica novedosa
para la época, que defendía la tolerancia académica y la libertad de cátedra
frente al dogmatismo; incluyendo esta filosofía en el sistema educativo. Algo
que no gustó a la parte más católica y tradicional de la sociedad española, y
que terminó con ella al comienzo de la Guerra Civil (1936).
Esta corriente filosófica llamada Krausismo por su creador,
el alemán, Karl Christian
Friedrich Krause (1781-1832), fue introducida en España alrededor de 1850,
aunque la primera toma de contacto del krausismo y España fue en 1940, cuando
un grupo de intelectuales, entre ellos Sanz del Río, estudian el “Curso de derecho” de Ahrens.
Tras esta primera toma de contacto con la corriente
filosófica krausista, Julián Sanz del Río decide viajar a Alemania (1944) a
estudiar a fondo esta corriente.
Pasaría un año en Alemania, y a su vuelta se formaría el grupo de
intelectuales denominados krausistas
que agrupaba a la burguesía liberal y promulgaba la racionalización de la
cultura española.
Unos años más tarde, y tras la muerte en 1869 de Sanz del
Río, se crearía en 1876 la Institución de Libre Enseñanza con una base
krausista, que se convertiría en institucionalista.
He de detenerme un momento en los principios de la pedagogía
institucionalista que seguían en la ILE, pues pienso que muchos de estos puntos
deberían ser tenidos muy en cuenta hoy en día por los partidos políticos a la
hora de crear una nueva ley de educación.
En los puntos de la “Educación
e instrucción” y la “Educación activa”,
promulgan que no hay que “instruir al
niño con una serie de conocimientos acumulativos, sino de ayudar a su propia
formación como persona libre por medio de una educación conveniente y adecuada”
(Jiménez García, 1987, p.152); y además hay que motivarlo por medio del
método socrático. Quieren que el alumno desarrolle la creatividad y la
espontaneidad, convirtiéndolo así de sujeto pasivo a sujeto activo. Método que
está muy lejos de la realidad actual en las aulas de nuestro país. En nuestro
sistema educativo, sobre todo en primaria y secundaria (y en gran parte de
estudios universitarios), la gran mayoría (por no decir todos) de los métodos
didácticos se basan en dar una clase magistral, donde el alumno es un sujeto
pasivo, para después ser examinado de unos conocimientos sobre la materia, que
previamente a memorizado (entendiéndolos o no), con el consiguiente resultado
de que pasado el examen, todos, o casi todos, esos conocimientos adquiridos
desaparecerán.
Otro de los puntos importantes, a mi parecer, en los principios de la pedagogía
institucionalista, fue la coeducación.
Hoy en día quizá este punto no tenga nada de sorprendente o novedoso, pero a
finales del s. XIX, cuando se creó la ILE y las ideas krausistas entraron con
fuerza en nuestro país, esto era algo impensable en la educación tradicional.
En palabras de A. Jiménez García, en su libro “El krausismo y la Institución
Libre de Enseñanza”, “la coeducación era algo anti-moral,
anti-higiénico y contra natura.”(1987; p. 157). Pero los krausistas eran partidarios de la
educación de la mujer y su elevación social. No entendían por qué había tanto
escándalo en que la mujer compartiese educación con, y como, el hombre, y sin
embargo los niños y las niñas convivieran juntos en el resto de aspectos de la
vida (en la familia, en la calle, en los juegos…). Querían introducir la
escuela mixta desde el parvulario hasta todos los grados superiores de
enseñanza.
No podemos saber que hubiese pasado con la educación de la
mujer española si los krausistas e institucionalistas no hubiesen
introducido la coeducación en el sistema educativo de nuestro país; pero
sabiendo que la gran parte de este mérito corresponde a los krausistas, no nos
queda menos que agradecérselo enormemente.
Otro punto a destacar en los Estatutos de la ILE (31 de mayo de 1876), es el artículo 15., en el
que se proclamaba “ajena a todo espíritu
e interés de comunión religiosa o partido político; proclamando tan sólo el
principio de libertad e inviolabilidad de la ciencia…” (Institución Libre de
Enseñanza, 1876). Punto prácticamente impensable en nuestra sociedad de hoy,
debido al Concordato firmado entre el Estado Español y la Santa Sede (1953),
por lo que es casi imposible separar la religión católica de la educación. Y
debido también, a los intereses político-económicos que todos los partidos que
suben al poder tienen sobre el sistema educativo del país, reflejado en una
nueva ley de educación en cada una de las legislaturas del gobierno central.
En definitiva, en mi humilde opinión, desconocedora de muchos
datos de la historia de nuestro país, e iniciada en temas educativos, creo que
deberían incluirse muchos de los puntos de la filosofía krausista en los sistemas educativos españoles ( o
mundiales). Deberían dejar de plantearse la educación desde un punto
economicista y empezar a verla como tal, una instrucción por la cual se deben
formar personas completas en todos los aspectos: intelectual, social y humano; ya que como dice Ken Robinson “el sistema educativo actual es anacrónico”, y
el cambio es urgentemente necesario. Podemos empezar cuidando la creatividad desde la educación
infantil, y no impedir que evolucione conforme el sujeto avanza en sus niveles
educativos.
La creatividad es nuestra amiga y nos va a ser útil en todos
los aspectos de la vida, por eso hay que cuidarla y trabajarla siempre.
Referencias
bibliográficas
JIMÉNEZ GARCÍA, A. (1987): El krausismo y la Institución de Libre Enseñanza. Madrid: Editorial
Cincel.
Bibliografía
JIMÉNEZ GARCÍA, A. (1987): El krausismo y la Institución de Libre Enseñanza. Madrid: Editorial
Cincel.
RUÍZ
BERRIÓ, J., Perspectivas: revista trimestral de educación
comparada,
vol.
23, nos 3-4,
1993, pp. 808-821.